COMPRENDER EL TRAUMA EN LA INFANCIA
Cuando la mayoría de las personas escuchan la palabra «trauma», imaginan titulares como: zonas de guerra, accidentes terribles, rescates dramáticos. Sin embargo, el trauma es mucho más común y mucho más habitual de lo que nos hacen creer las noticias. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades estiman que casi dos tercios de los adultos estadounidenses vivieron al menos un evento traumático antes de cumplir los dieciocho años. Uno de cada seis ha experimentado cuatro o más experiencias de este tipo hasta la edad adulta.
Si esa estadística nos impacta, es bueno. Significa que estamos despertando.
Una definición práctica
Los psicólogos ofrecen clasificaciones matizadas, pero en esencia, el trauma es cualquier experiencia que abruma la sensación de seguridad de una persona y lo deja sola con esa sensación abrumadora. Obsérvese la subjetividad inherente: solo el superviviente puede calificar un acontecimiento como traumático. Los ajenos al suceso no tienen voz ni voto, y esa humildad es importante, especialmente cuando empezamos a buscar las huellas del trauma en nuestras propias historias.
Algunas experiencias estallan en un solo momento inolvidable: un coche aplastando metal, un tornado arrancando tejas, una pérdida repentina que deja sin aliento a todos los presentes. Otras se prolongan día tras día: una relación abusiva, el servicio militar, el acoso implacable, la pobreza que nunca deja de oprimir. A menudo, esos golpes se entremezclan, creando lo que los investigadores denominan «trauma complejo»: múltiples heridas que se entrecruzan en el mismo cuerpo, mente, familia o etapa de la vida.
Sin embargo, sea cual sea la forma que adopte el trauma, su versión en la primera infancia es la que deja las huellas más profundas.
Por qué las heridas de la infancia resuenan con más fuerza
Durante la infancia, el cerebro sigue construyendo autopistas de circuitos neuronales, el sistema inmunológico se está calibrando y la red de respuesta al estrés está aprendiendo qué se considera peligroso. El Centro para el Desarrollo Infantil de Harvard compara el estrés tóxico con «una tormenta que reconfigura la red eléctrica mientras la ciudad aún se está construyendo». La sobrecarga crónica puede reducir el hipocampo, aumentar la producción de cortisol e incluso activar interruptores genéticos que influyen en enfermedades cardíacas, diabetes y depresión décadas más tarde.
Pero la historia no termina con nuestros cuerpos y nuestra biología. Los traumas tempranos también determinan nuestras creencias: el mundo no es seguro, estoy solo, no importo a menos que rinda. Si no se cuestionan, esas líneas ocultas funcionan como un código defectuoso en las relaciones adultas, los estilos de crianza, las decisiones de liderazgo... en todas partes.
Dirigiendo el lente hacia el interior
Siempre volvemos a una sencilla invitación: empieza por ti mismo. Antes de hablar de reformas políticas o sistemas globales de protección infantil, les queremos pedir que hagan una pausa, respiren y reflexionen sobre sus propias historias.
¿Hubo algún momento en tu infancia en el que de repente te sentiste inseguro en una habitación?
¿Alguien te ayudó a procesar lo que pasó?
¿Qué siente tu cuerpo ahora cuando revives ese recuerdo: ¿presión en la garganta, palpitaciones, confusión mental?
No hay que avergonzarse de lo que salga a la superficie; la conciencia es la puerta hacia la sanación. Y las personas sanadas, literalmente, sanan a otras personas.
De la concienciación a la ruptura
Entonces, ¿qué hacemos con el conocimiento de que el trauma es tan amplio como poderoso? Combinamos la compasión con la educación, una combinación lo suficientemente potente como para romper ciclos en familias, aulas, tribunales y comunidades enteras. Las herramientas basadas en el trauma, como Trust-Based Relational Intervention® (Intervención relacional basada en la confianza), enseñan a los cuidadores a crear una sensación de seguridad, a valorar la conexión antes que la corrección y a empoderar a los niños para que recuperen el sentido de control sobre sus propias historias.
Cuando esas prácticas convergen con la convicción espiritual, ocurre algo hermoso: los niños que antes solo esperaban ser lastimados, hoy vuelven a sonreír. Los padres que se preguntaban si ya no tenían remedio aprenden a criar a sus hijos desde la calma y la presencia. Todo el sistema cambia cuando los líderes preguntan «¿Qué te pasó?» en lugar de «¿Qué te pasa?».
Avanzando juntos
Quizás quieres ayudar a los niños que están pasando por situaciones difíciles. Maravilloso. Pero no te sorprendas si el viaje comienza, y sigue dando vueltas, hacia el niño que solías ser.
El trauma no es el destino; es información. Cuando se aborda con compasión informada, esa información puede cambiar la narrativa de una familia de supervivencia a shalom (paz, plenitud). Y el primer cambio ocurre dentro de nosotros. Así que respira, Lee, Reflexiona.
Luego únete al trabajo. Porque los ciclos están destinados a romperse, y la esperanza es muy contagiosa.
Leer más en
Harvard Center on the Developing Child – Toxic Stress
https://developingchild.harvard.edu/key-concept/toxic-stress/CDC – Adverse Childhood Experiences (ACEs) Overview
https://www.cdc.gov/aces/index.html